He explicado a menudo que escribo desde los doce años, más o menos. Reunidos bajo el título de este artículo encontraréis una página donde iré colgando relatos, fragmentos de mis novelas de infancia y juventud, algún que otro poema… Espero que os divirtáis leyendo, así como yo espero disfrutar compartiendo con vosotros mi trayectoria.
Hoy me gustaría reír un rato en vuestra virtual compañía. Y es que no hay para menos. Luego dirán que el thriller está de moda. Pues, pasen y lean, porque mi mayor producción en la infancia se podría englobar en este género.
Poneos en situación:
Crucero misterioso. Estamos en un barco llamado El Estrella Dorada (y nadie me dio un duro por publicidad). Típico viaje, supongo que inspirado en la serie Vacaciones en el mar. Se han producido algunos asesinatos a bordo, y tenemos a un coronel llamado Graham Greene (sí, sí, sin ningún pudor) y a un miembro de la Policía longuinense (así, tal cual) conversando sobre los casos.
—¡Maldita sea!! —gritó Graham—. ¡Si mal no recuerdo es la cuarta víctima en pocos días y nosotros sin una prueba!
—¡Tranquilízate por Dios, discutiendo no creo que lleguemos a ninguna conclusión!
—Entonces… ¿qué quieres que hagamos?
—Ayer pude reunir algunas pruebas, muchas de ellas se han desmentido por lo de hoy.
—Empieza.
—Verás, el día de la fiesta fue un apagón producido por no sabemos qué motivo; puede ser de la caja de estabilizadores, puede ser de los interruptores. Pero lo que sí sabemos es que el asesino por no se sabe qué razón, quiso matar a Kendy, la novia de Edmond, el cual según parece, fue suicidado, por las palabras de su amigo. Pues bien, Edmond no se suicidó. Las pruebas son que en la camisa no había ninguna huella.
—Así que lo de Edmond es otro asesinato.
—Eso me dice mi cabeza.
—¿Más pruebas?
—Sí, muy importante. Creo, no sé por qué, que el próximo en caer será el capitán o si no Sendy Scot.
—¿Qué te hace suponer dicha afirmación?
—De momento no puedo adelantarte nada, solo les podemos prevenir. Claro que si te empeñas Sendy tiene una gran amistad con Hans y ella sabe…
—¿Sabe qué?
—Ya te he dicho que no podía adelantarte nada, si no estoy más seguro. Así que déjame confirmar mis últimas conclusiones con más detenimiento.
En aquel momento entró Hans sin llamar a la puerta.
—¡Bueno, satisfechos! Es la tercera víctima que se ha producido desde hace no sé cuántos días!
Vamos a analizar el fragmento. Es genial, ¿verdad?
Discuten porque parece que apenas tienen pruebas, además de que no están muy seguros del número de víctimas, y resulta que no solo no tienen pruebas sino que cuentan con muchas. Prestad atención a la invención de conceptos, porque eso de la caja de estabilizadores no sé yo muy bien qué debe ser; y no solo eso sino que ahora no saben qué ocurrió cuando más atrás en el libro asesinan a una mujer que está a punto de pronunciar el nombre de quien apagó la luz en medio de un baile. Ah, y suerte tenemos que a uno de ellos la cabeza le dice algo, habida cuenta de que no sabe por qué pero cree que matarán al capitán o a una muchacha. Mucho cuidado con ser suicidados por palabras, es algo muy peligroso.
Otras joyas:
Era un barco grande, blanco, y tenía una estética bastante considerada. No era viejo, pero tampoco recién comprado, y su cubierta presentaba algunos rasguños, que se abrían a estribor.
Los largos mástiles estaban bien dispuestos, y las chimeneas, preparadas para escupir el poco humo que producían algunas máquinas, pues su motor y toda su distribución de guía, era completamente eléctrica.
La belleza de Catherine Harley superaba a la de Sendy.
Era joven, rubia y su voz era dulce, consoladora.
—Por favor, no me hables de usted, aunque no nos conocemos, es como si hubiésemos nacido juntos, Edmond me ha hablado tanto de ti…
—Buenas noches, señora Civ. ¿Va usted ya a limpiar?
—Sí, Edgar, sí, no puedo hacer otra cosa. Ya sabes que me pagan por eso.
—A eso venía. Quería preguntarte si no te importaría que te echara algunas fotos mientras cantas.
Los cruceros se habían puesto de moda desde que se introdujo la orquesta y las salas de juego y baile. Pero este barco era distinto. Además de orquesta tenía cantante.
—¿Es cansado estar en la policía longuinense?
—Mire, señora, el trabajo policial es muy cansado, tanto la policía longuinense, como la española, o la americana.
Seguía la música, ahora con un rock fuerte.
De repente, las luces se apagaron, y Archi, al no poder ver las manos de Kendy para cogerla cuando la echó al aire, la dejó caer al suelo. Ésta dio un grito de dolor, y después se calló. Los que la oyeron al caer y gritar acudieron a ella y palpando la encontraron, pero… Minutos después, se encendió de nuevo la luz. Ardid y Edmond corrieron hacia Kendy, la cual yacía en una silla.
Edmond se arrodilló a su lado y quiso animarla, pero, Kendy ya no contestaba, y ya no lo volvería a hacer más.
—¿Por qué tenía que ser ella? ¿Qué ha hecho mi pobre madre? ¿Por qué la han matado?
—Será mejor que vengas conmigo, te daré un calmante, y mientras, el capitán y estos señores se encargarán de tu madre, ya verás como todo saldrá bien.
Para muestra un botón. No quiero apabullaros más con esta historia descabellada. ¡Tenía trece años! Entonces podía escribir sin documentarme, inventando lo que hiciera falta, recreando escenarios sin tener ni remota idea de dónde situaba mis pequeñas tramas, utilizando sin parpadear nombres de personas reales. Así me cundía la producción, a novela por idea. ¡Y sin prestar atención a las incoherencias! ¡Ah! Y en el original, la palabra crucero aparece con z.
Creedme, mi mejor escuela.
Divina inocencia. Desde luego, es la osadía que perdemos con los años y los corsés. Gracias por compartirlo con nosotros. Un beso.
¡Y divina ignorancia, Pedro! A veces siento que cuanto más aprendo, más difícil me resulta escribir. Supongo que eso es bueno, en el fondo 🙂
Un abrazo.