Muchas semanas después repasó aquella conversación que tanto supuso en su vida, y no precisamente para bien. Con aturdimiento, descubrió que, en su momento, le pasaron por alto un mensaje reenviado y uno de voz. Aunque ¡el audio que no había escuchado era importante, mucho más lo era el mensaje que no había leído. Todo lo que se habló después tenía relación con esas pocas palabras, un intercambio que no terminó de comprender porque le faltaba el desencadenante, así que no pudo defender su verdad. Probablemente, la situación habría desembocado en el mismo mar desolado, pero ahora ya daba igual. No había vuelta atrás. Si hubieran hablado por teléfono, quizás, solo quizás, habrían salvado tantos años de auténtica relación. Aquel día fue incapaz de hacerlo, tal vez porque todo había empezado con mensajes en lugar de con una llamada.
Fuera como fuese, transcurridos más de dos meses, algunas noches todavía soñaba, en algunos momentos todavía lloraba… y siempre terminaba preguntándose por qué.