La jungla de los colores

Cuando yo era pequeña, y además veía, los colores estaban definidos. Ordenábamos los estuches de los lápices para colorear del blanco al negro sin demasiados matices intermedios: amarillo, rosa, rojo, verde claro, verde oscuro, azul claro y oscuro, violeta, marrón, gris y negro. Más o menos, no se me alteren los puristas de la cuestión cromática. Era sencillo. Los colores parchís predominaban, y resultaba simple describir cualquier cosa. La sangre siempre roja, el cielo azul, el sol amarillo y la hierba verde. La nieve blanca y el carbón negro. Comprar ropa era cómodo y combinarla no reportaba mayores dificultades.

Pero, ay, todo en esta vida atribulada cambia, se amplía y evoluciona. Las modas, las tendencias, la creatividad, la necesidad de dar nombres diferentes a cosas inmutables, como si así se las dotase de una nueva identidad, casi entidad, si me apuráis.

Ahora no hay modo de saber de qué color son las cosas. Las personas ciegas nos enfrentamos a una jungla donde las concreciones brillan por su ausencia. Y es divertido.

Burdeos, cámel, mostaza, coral, pistacho, teja… hasta ahí todavía podemos aclararnos, con un poco de esfuerzo e imaginación, siempre que el sujeto haya visto en algún momento de su vida. Entonces llegan el…: azul azafata, y claro… ¿de qué compañía aérea? ¿De una Iberia trasnochada o de African Airlines? Marrón chocolate… pero… ¿con leche, sin leche, blanco? Negro claro, el no va más, ¡negro claro!, quizás por influencia de Michael Jackson. Y ya no digamos cuando la persona que intenta venderte una prenda se pierde en el mar de las comparaciones surrealistas: sí, azul pero tirando a verde como de manzana madura, parecido al cielo de otoño aunque con matices de gris perla del Caribe. Y mis preferidos por concretos: blanco tirando a beige, pero rosa palo si lo miras al trasluz y salmón si lo pones del revés.

Incluso la tecnología moderna, esos detectores de color tan útiles, nos ponen las cosas fáciles: amarillo-verdoso-grisáceo-claro. ¡Toma ya! Y adivina adivinanza.

Así que, queridos lectores, no os sorprendáis si leéis algo acerca de aplicaciones para detectar colores y conjuntar ropa, pero, sobre todo, si sois videntes, no os permitáis el lujo de angustiaros si salís a la calle con un calcetín rojo “granatoso” tirando a pomelo maduro y otro gris ratón tirando a cobalto con jaspeado de tungsteno. ¡No pasa nada!

Autor: Marta Estrada Galán
Dicen que algunos niños nacen con un pan bajo el brazo. Yo asomé al mundo con un libro y un cuaderno, solo que no me enteré hasta que a los once años comencé a devorar novelas y a escribir historias como si no hubiera un ayer en que también podría haberlo hecho. Luego llegó eso que llamamos vida, donde entre lectura y lectura, me convertí en lo que soy: escritora, aficionada a los paseos, a mantenerme en forma, al canto y al radioteatro, integrante de un coro y madre a tiempo total. Convivo con mis dos hijos, mi gata Nara y mis amigos que, aunque en la distancia, siempre están a mi lado.

Los lectores piensan

  1. Hola! me siento muy identificada con el post, como tú yo también vi aunque creo que de mucho más pequeña que tú perdí la vista y de lo único que tengo algún recuerdo es de los colores. Vete tú a saber si ahora recuperara la vista, si lo que yo recuerdo como verde resulta que es rojo y así pero bueno.
    Ciertamente el acordarse de los colores es muy útil para la vida cotidiana, combinar ropa, etc… que se lo digan a Juanjo que él no los ha visto nunca y no puede hacerse a la idea, como mucho intentamos equiparar colores a sensaciones táctiles pero nada que ver.
    A lo que iba, me he tenido que reír porque efectivamente ahora hay una gama de colores impresionante y yo que soy una propietaria algo frustrada de un detector de colores voy loca con él porque efectivamente he de aprender que cuando me dice: gris marrón pálido se refiere a un beige, o azul grisáceo claro puede ser un azul cielo… y lo divertido es cuando la ropa no es lisa, que es muy frecuente sobretodo en camisas, camisetas, partes de arriba en general… entonces dependiendo de donde pongas el detector te va a decir un color u otro.
    Así que nada, a tomárselo con humor y si algún día nos véis como si quisiéramos imitar al arcoiris, ya sabéis ¡culpa del detector! 🙂

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  2. Hola! me siento muy identificada con el post, como tú yo también vi aunque creo que de mucho más pequeña que tú perdí la vista y de lo único que tengo algún recuerdo es de los colores. Vete tú a saber si ahora recuperara la vista, si lo que yo recuerdo como verde resulta que es rojo y así pero bueno.
    Ciertamente el acordarse de los colores es muy útil para la vida cotidiana, combinar ropa, etc… que se lo digan a Juanjo que él no los ha visto nunca y no puede hacerse a la idea, como mucho intentamos equiparar colores a sensaciones táctiles pero nada que ver.
    A lo que iba, me he tenido que reír porque efectivamente ahora hay una gama de colores impresionante y yo que soy una propietaria algo frustrada de un detector de colores voy loca con él porque efectivamente he de aprender que cuando me dice: gris marrón pálido se refiere a un beige, o azul grisáceo claro puede ser un azul cielo… y lo divertido es cuando la ropa no es lisa, que es muy frecuente sobretodo en camisas, camisetas, partes de arriba en general… entonces dependiendo de donde pongas el detector te va a decir un color u otro.
    Así que nada, a tomárselo con humor y si algún día nos véis como si quisiéramos imitar al arcoiris, ya sabéis ¡culpa del detector! 🙂

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  3. Estoy segura de que si volvieras a ver reconocerías los colores si ya los viste. No tengo duda de que quedan archivados en la memoria de una manera indeleble. El problema son los millones de matices, ahí sí que ya nos perdemos y perderíamos. Lo curioso además llega cuando dos personas que ven defienden un color de manera distinta: una dice que es verde y la otra azul, o negro y azul marino. Un galimatías.

    Un beso y gracias por el comentario.

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