Líneas paralelas

Mujer anciana en blanco y negro con gran expresividad en el rostro

Tras treinta años de ausencia, Eugenio pisó por primera vez el pueblo que lo vio nacer. Se fue como emigrante a Alemania donde su existencia se mimetizó con la red ferroviaria a la que había dedicado buena parte de su vida. Una existencia trazada con líneas paralelas que jamás convergen.

Así transcurrieron sus días, acumulando meses y sumando años, entre raíles que nunca le condujeron a ninguna parte. Entre personas que pasaban y continuaban trayecto, la vista al frente, el horizonte definido, pero siempre ajenas, encajadas en una realidad que no rozaba la suya.

Por fin llegaba a su destino, fin de recorrido. Un paisaje cambiado, desconocido, el recuerdo de un pueblo que se adivina solo en las calles antiguas, en la plaza vieja.

Su madre lo esperaba. Eugenio se detuvo ante ella. La reconoció. Pese a los años inmisericordes de separación durante los que ni siquiera la había visto en fotografía, la reconoció.

Porque sus miradas sí convergieron.

Autor: Marta Estrada Galán
Dicen que algunos niños nacen con un pan bajo el brazo. Yo asomé al mundo con un libro y un cuaderno, solo que no me enteré hasta que a los once años comencé a devorar novelas y a escribir historias como si no hubiera un ayer en que también podría haberlo hecho. Luego llegó eso que llamamos vida, donde entre lectura y lectura, me convertí en lo que soy: escritora, aficionada a los paseos, a mantenerme en forma, al canto y al radioteatro, integrante de un coro y madre a tiempo total. Convivo con mis dos hijos, mi gata Nara y mis amigos que, aunque en la distancia, siempre están a mi lado.

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