Nace un libro – Yo te cuidaré

¿Cómo nace la idea para una novela?

Seguro que esta pregunta se la hace mucha gente, y estoy convencida de que existen tantas respuestas como escritores o personas a las que les gustaría enfrentar la tarea de crear un libro. Observar alrededor, escuchar las historias de quienes nos rodean, apuntar sueños y pensamientos fugaces, interpretar imágenes, fotografías.

Algunas aportaciones que me proporcionaron otros escritores (para muestra varios botones):

Juan Gómez-Jurado, periodista y escritor. Autor de seis novelas traducidas a 40 idiomas:

Casi siempre en la ducha, jajajajaja.

Pedro de Andrés, escritor y storyteller:

Las ideas están revueltas en mi cabeza esperando el momento idóneo. Solo hace falta una imagen externa, una conversación, un aroma…. para que encuentren su camino hasta el papel.

Nuria Llop, escritora de novela romántica histórica:

Pues nacen a partir de un personaje. Primero creo el o la protagonista que quiero y que refleja el tema principal de la novela (que suele ser un concepto abstracto: ambición, mentira, conformismo, soledad…) y luego me sumerjo en la documentación histórica para buscar algún hecho en el que pueda manifestarse ese tema. Cuando lo encuentro, empiezo a pensar en situaciones y consecuencias con las que se encontraría ese protagonista y voy creando la trama y el resto de personajes.

Ada Parellada, cocinera y autora:

Doncs, mira, va sorgir perquè un dia em vaig posar a pensar (mentre cuinava) com seria la cuina sense els productes que van venir d’Amèrica….i a partir d’aquí…tota aquesta història!!!

En mi caso, la idea de Yo te cuidaré surgió en un restaurante chino, durante una comida con mi ex editora Rosa María Prats. Después, solo precisé rellenarla, como explica Pedro de Andrés, con los ingredientes acumulados en mi cabeza.

Anteriormente, muchos de mis lectores, así como en numerosas entrevistas, me habían preguntado por qué mi primera novela tenía un personaje con discapacidad auditiva como protagonista, en lugar de uno ciego. Todo el mundo daba por hecho que por serlo yo, había una especie de obligación o compromiso intrínsecos. Desde luego, yo no lo veía del mismo modo. –Dicen que hay que escribir sobre lo que se conoce y, por supuesto, ese es un terreno cómodo y confortable, sin duda. Pero mi planteamiento era distinto, ¿para qué escribir sobre algo tan familiar, cuando además, dicho sea de paso, ni siquiera pensaba que Un refugio para Clara fuera a publicarse? Era mejor y más placentero y enriquecedor documentarme sobre una discapacidad que, aun siéndome conocida, distaba mucho de haberme desvelado sus particularidades.

Sin embargo, Rosa me lo hizo ver de otro modo, no desde mi punto de vista sino desde el del lector. ¿Por qué no enfrentar el reto de plasmar la peripecia vital de un protagonista ciego? ¿Por qué no mostrarle al lector cómo se desenvolvería una persona ciega ante una situación límite? ¿Por qué no enseñarle de un modo activo y sin ánimo de ser didáctica cómo se desarrolla la cotidianeidad, la rutina sin ver? Así nació la idea para Yo te cuidaré, si bien todavía tardé meses en concretarla.

La literatura está llena de tópicos al respecto, así como el cine, a menudo plagados de escenas que a los expertos en ceguera (y no se nos puede negar el título a quienes llevamos años con ella) nos hacen reír, que no llorar por inverosímiles, o poco creíbles, incluso erróneas.

El ciego se ha tomado a lo largo de la historia literaria sobre todo, como una figura que encarna de forma metafórica la del héroe que se enfrenta al mundo desde otras perspectivas, venciendo las tinieblas con una valentía mítica.

Como ilustra Espejo Gotico en su entrada:

La ceguera en la literatura y el mito

Otro ciego ineludible de los mitos griegos es el desdichado Edipo, quien en un rapto de desesperación se arrancó los ojos por haber sido el vehículo de trasmisión de un deseo incestuoso.

Resulta curioso que este rey mítico de Tebas no haya preferido mutilar otras regiones de su geografía corporal, acaso más vinculadas al acto “pecaminoso” que buscaba castigar; no obstante, eligió pagar su falta involuntaria con sus ojos, un precio que condenaba a cualquiera al exilio social.

Dentro de los mitos griegos se halla otro ciego fabuloso: el sabio Tiresias -el mismo que le anunció a Edipo que Yocasta era en realidad su madre-, adivino de la ciudad de Tebas. Según cuenta la historia, Tiresias se volvió ciego a causa de una disputa en la que arbitró tendenciosamente. (…. Ya en el terreno de la literatura, la ceguera continuó teniendo distintas interpretaciones. Los personajes ciegos a menudo manifiestan un carácter marcado, definido, ya sea bueno o malévolo, pero siempre en proporción directa con el destino de oscuridad y sombras ambiguas que ha caído sobre sus ojos.

En líneas generales podemos pensar a los ciegos en la literatura como un símbolo de visión superdotada. Muchas veces los ciegos no son aquellos que padecen algún tipo de afección ocular, sino los que pueden “ver” cosas ocultas para la mayoría.

Mis ciegos preferidos como El señor Rochester, de Jane Eyre, Jorge de Burgos, de El nombre de la rosa de Umberto Eco, o una más reciente cuyo nombre no revelaré por no hacerle spoilers a nadie, entran en una categoría que yo no me atrevería a clasificar de próxima y cotidiana.

Castigo divino, don de profecía, clarividencia, ver más que nadie desde dentro de uno mismo.

No, yo quise hacerle caso a Rosa. Mi personaje no es heroico, aunque a muchos se lo parecerá. Es un hombre con un miedo atroz empujado a actuar porque no queda más remedio. El protagonismo no es de su ceguera, aunque parezca contradictorio, sino su miedo, porque es el miedo el que lo incapacita, no el hecho de no ver.

La ceguera puede degustarse, basta con cerrar los ojos. Pero quienes leáis esto, pensad que el protagonista de Yo te cuidaré no puede abrirlos en un momento dado para resolver su conflicto.

Autor: Marta Estrada Galán
Dicen que algunos niños nacen con un pan bajo el brazo. Yo asomé al mundo con un libro y un cuaderno, solo que no me enteré hasta que a los once años comencé a devorar novelas y a escribir historias como si no hubiera un ayer en que también podría haberlo hecho. Luego llegó eso que llamamos vida, donde entre lectura y lectura, me convertí en lo que soy: escritora, aficionada a los paseos, a mantenerme en forma, al canto y al radioteatro, integrante de un coro y madre a tiempo total. Convivo con mis dos hijos, mi gata Nara y mis amigos que, aunque en la distancia, siempre están a mi lado.

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