Gruñidos procedentes de la foresta anunciaron la llegada del jefe y su acompañamiento. Ante su clan reunido frente a la caverna, se plantó sobre las piernas robustas y comenzó a gesticular mientras narraba su hallazgo con sonidos guturales.
Todos entendieron: Una manada de mamuts se apacentaba al otro lado de la corriente de agua. Pero ¿cuántos? La expectación colmó el claro de bramidos. Los cazadores querían saber de cuántos animales se trataba.
Tenían hambre, mucha hambre, y el gran frío estaba llegando.
El jefe pensó durante largo rato, pues no era suficiente con abrir mucho los brazos.
Abrir mucho los brazos era una caza normal. Finalmente, el neandertal cogió la falange de un enemigo muerto y trazó unos signos sobre la tierra.
***
—¡Señor! —gritó el ayudante.
Entusiasmado, el paleontólogo iluminó las pinturas de la pared de la cueva recién descubierta.
—¡Por mis barbas! ¡Es una suma! ¡Son números!