Volver al hogar

Ayer estuve paseando por Esplugas de Llobregat, mi ciudad natal, escenario de mi novela Las mariposas también vuelan.

Siempre que voy a Esplugas, algo dentro de mí aletea y vibra, es una sensación como de volver al hogar, y eso que allí solo viví durante los once primeros años de mi vida. Creo que esos años de la infancia determinan muchísimo no solo nuestra forma de ser sino nuestras raíces, aquellas de las que sin darnos cuenta nos alimentamos y nutrimos el resto de nuestra existencia.

Es cierto que aquella etapa se truncó, por expresarlo de alguna manera. Me quedé ciega cuando faltaban dos meses para finalizar quinto de EGB, y en junio de ese mismo curso dejamos la ciudad para venirnos a vivir al pueblo, un movimiento que para entonces comenzaba a ser frecuente en las familias, inverso al que hasta no hacía mucho había caracterizado las migraciones en el país: el abandono de los pueblos para vivir en las ciudades.

No lo viví como una ruptura, sobre todo porque, curiosamente, el colegio para ciegos de la ONCE estaba en la misma Esplugas, muy cerca de mi anterior escuela, así que durante los tres cursos que me faltaban por terminar los estudios de primaria, continué en estrecha relación con la ciudad, además de que parte de mi familia seguía residiendo allí.

Fuera como fuese, sin ser consciente de ello, en mi interior sí se generó una situación de etapa mal cerrada pues durante muchos años, casi todas las noches soñé con la escuela Isidro Martí, mi primer colegio, el que aparece en la novela, con sus instalaciones y con los compañeros de quinto, que son los que más recuerdo, los que más huella dejaron en mi memoria. Hasta que no eché mano de información telefónica y di con algunos de ellos, aquellos de quienes recordaba nombre y apellidos, y pude localizar y hablar con varios, no dejé de tener estos sueños recurrentes.

Pues bien, creo que con Esplugas me ocurre un poco lo mismo. A menudo sueño con la casa donde vivíamos, aquel pisito coqueto de la calle Emili Juncadella número 22, sueño que he de volver a ella, reamueblarla, adornarla, abastecerla, y es una sensación muy agradable. Por eso volver a las calles de Esplugas, a mis recuerdos al calor de la infancia me produce tanta dicha. Ha cambiado mucho, por supuesto. Ayer estuve en el colegio y nada de lo que sentí y pisé me recuerda al mío de entonces, pero el simple hecho de saberme allí me emocionó.

Supongo que por eso acabé plasmando vivencias y paisajes en Las mariposas también vuelan. Por eso seguramente en enero haré una presentación en la biblioteca Pare Miquel y es posible que una actividad, por decidir, en la escuela Isidro Martí. Quizás los expertos dirían que esto servirá para cerrar otra etapa, pero no es mi intención. No quiero cerrarla, quiero regresar allí de vez en cuando y empaparme de la misma sensación mientras los escenarios puedan devolverme a aquellos años.

Os dejo con esta canción de Bruce Springsteen, My home town (Mi ciudad natal), que la disfrutéis

Autor: Marta Estrada Galán
Dicen que algunos niños nacen con un pan bajo el brazo. Yo asomé al mundo con un libro y un cuaderno, solo que no me enteré hasta que a los once años comencé a devorar novelas y a escribir historias como si no hubiera un ayer en que también podría haberlo hecho. Luego llegó eso que llamamos vida, donde entre lectura y lectura, me convertí en lo que soy: escritora, aficionada a los paseos, a mantenerme en forma, al canto y al radioteatro, integrante de un coro y madre a tiempo total. Convivo con mis dos hijos, mi gata Nara y mis amigos que, aunque en la distancia, siempre están a mi lado.

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