Solo quiero aportar un pequeño aliento de apoyo y esperanza ante tanta noticia estremecedora.
Hecha un ovillo en la cocina, Aurora reclama lágrimas con que desahogar el sufrimiento, pero no consigue licuar su horror. Hace tiempo que ha perdido la facultad de llorar.
Él ha salido, siempre ocurre así: descarga su brutalidad y después empapa sus odiosos argumentos en alcohol. Más tarde, regresa armado de palabras maceradas en cerveza y las vierte convertidas en caricias torpes. Disculpas, eternas disculpas que Aurora traga como acíbar.
El silencio de la casa se llena de presagios, del rumor de decisiones continuamente postergadas. El mutismo ominoso de la impotencia.
Con dificultad, sintiendo el dolor del cuerpo apaleado, aurora se levanta. Apoyada en la encimera, la cabeza vencida, la sangre manchando su ropa, entreabre los ojos de párpados hinchados. Ante ella el ventanal, la luz de mayo, el parque infantil donde los niños juegan y blanden sus últimos jirones de inocencia.
De pronto, Una chiquilla de tres o cuatro años la saluda y sonríe. Manita que ondea con alegría como una bandera de esperanza.
Aurora busca una sonrisa para ofrecerle mientras algo en su interior se fortalece. Poco a poco, prendida de esa mirada risueña, recupera las lágrimas que se deslizan mansas por sus mejillas amoratadas. Por fin, tras muchos intentos frustrados, sobreponiéndose al miedo atroz que como un poso han ido dejando en su alma las amenazas, coge el teléfono y marca con dedos temblorosos.
Desde el otro lado, una voz amable comienza a tender el puente que la ayudará a cruzar a la otra orilla.
Lamentablemente, es un tema siempre actual, en España, en Argentina y vete a saber en qué otros países… Dices mucho en pocas palabras. El desenlace abre una puerta a la esperanza; es un canto a la vida.
Lamentablemente, es un tema siempre actual, en España, en Argentina y vete a saber en qué otros países… Dices mucho en pocas palabras. El desenlace abre una puerta a la esperanza; es un canto a la vida.