Alzheimer

Un lunes cualquiera, Ezequiel salió contento de casa. Compró el pan, saludó a los transeúntes y acarició a un perro abandonado. Como le sobraban unos minutos, se sentó en un banco y disfrutó del sol.

Tres horas más tarde, dispuesto a regresar, se puso en pie, miró confundido alrededor y, olvidando la barra integral, echó a andar, indeciso.

Caminó un buen rato sin reconocer su entorno. Con espanto, desorientado, preguntó por su propia dirección. Con más rudeza que amabilidad, le indicaron que debía dar la vuelta y cruzar cuatro calles.

Arrastrando el dolor de huesos, Ezequiel desanduvo todo el camino. Cuatro calles eran cuatro cruces. Uno…, dos… tres… Se detuvo. ¿Había contado dos o tres?

—Dos…

Tres… cuatro. Dobló la esquina, victorioso y exhausto. Pero su casa no estaba allí.

Y Ezequiel lloró.

Autor: Marta Estrada Galán
Dicen que algunos niños nacen con un pan bajo el brazo. Yo asomé al mundo con un libro y un cuaderno, solo que no me enteré hasta que a los once años comencé a devorar novelas y a escribir historias como si no hubiera un ayer en que también podría haberlo hecho. Luego llegó eso que llamamos vida, donde entre lectura y lectura, me convertí en lo que soy: escritora, aficionada a los paseos, a mantenerme en forma, al canto y al radioteatro, integrante de un coro y madre a tiempo total. Convivo con mis dos hijos, mi gata Nara y mis amigos que, aunque en la distancia, siempre están a mi lado.

Deja un comentario

Ir al contenido