no soy dada a hacer balances ni a plantearme propósitos cuando dejo un año atrás y enfrento la llegada del siguiente, más que nada porque lo hecho, hecho está, y lo por venir suele quedarse en buenas intenciones.
Sin embargo, mi 2019 ha destacado entre los anteriores por varios acontecimientos y retos que sí me gustaría compartir con vosotros, no tanto por sacar mis logros a la luz sino para alentar a quienes duden, teman o piensen directamente que no es posible hacer según qué. Siempre he defendido que la tan traída y llevada sentencia de que querer es poder es más un comodín que una realidad: a menudo, muy a menudo, la verdad que pretende encerrar dicha aseveración no es tal verdad. Querer no siempre es poder, pero decir que no se puede sí que con frecuencia esconde un no querer atreverse a poder. Ya disculparéis este juego de palabras.
Jubilarse, que es algo que legalmente sí he podido hacer este año, asusta a muchas personas. Dejar de estar activos no debería dar miedo si buscamos la actividad en otros terrenos que no sean en el laboral. Pese a echar de menos a las personas con las que te has visto durante años todos los días, ni por un segundo he lamentado dejar atrás esta etapa de mi vida. He seguido ocupando mis días tal como lo hacía mientras trabajaba, pero con la tranquilidad que da saber que al siguiente no has de madrugar para ir al trabajo, así caigan chuzos de punta o abrase el sol.
Clases de canto, ensayos con mi coral y conciertos con la misma. Pilates y caminatas para mantener el cuerpo en forma y no solo la mente. Llevar adelante el proyecto de un juego on line que ha ocupado muchísimas horas, meses, hasta haberse podido abrir al público. Terminar mi cuarta novela que verá la luz en enero, si todo va viento en popa.
Quizás todo parezca muy novedoso, pero en todo ello no hay nada que no hubiera hecho o a lo que me hubiera dedicado con antelación.
Lo que realmente marcó la diferencia este año fue haberme decidido a hacer un curso de técnico en intervenciones asistidas con animales. Me costó tomar la decisión por todo lo de dificultoso que entrañaba: cinco fines de semana alternos en Alcobendas (Madrid). Profesionales que nunca habían formado a una persona ciega. Viajes, estancias. He de deciros que tuve miedo, pero finalmente me inscribí, me lancé, y a día de hoy, con el diploma en la mano puedo deciros que nunca he hecho algo tan enriquecedor, tan estimulante. Que pocas veces he conocido a personas tan entregadas, no solo profesoras sino compañeras. Nunca había vivido una naturalidad y complicidad tan auténticas desde el minuto cero.
No voy a explicaros en qué ´consiste, si tenéis interés, podéis visitar su página web:
Sí quiero dejar constancia del esfuerzo, los miles de kilómetros en desplazamientos, las 9 horas intensísimas los sábados y las 5 los domingos, tomando apuntes, planificando sesiones, haciendo roleplay de las mismas, aprendiendo a conocer a muy distintos grupos de usuarios y conviviendo no solo con las chicas del curso sino con los perros que, felices y entregados, se prestaban pacientes a practicar con nosotras. Las prácticas reales en una residencia de ancianos donde pude vivir en mi piel y en mi alma los efectos que este tipo de intervenciones tienen sobre las personas, personas que incluso están totalmente ausentes de su entorno y terminan por conectar con la actividad que se prepara para ellas gracias a, en este caso, un perro. Y el último domingo del último fin de semana, los exámenes, el teórico, el práctico con un perro y el práctico planeando una sesión y exponiéndola oralmente. Hacía muchísimos años que no tenía que estudiar para nada obligatorio ni mucho menos examinarme, y ni os cuento el estrés. Pero lo conseguí. Ahí sí que quise y pude.
Y quiero romper otra lanza a favor de una aplicación que muchas personas no se atreven a utilizar por miedo, recelo o desconfianza. Blablacar:
Todos mis viajes salvo dos que me tocó hacer en AVE porque no encontré uno que me conviniera los gestioné a través de dicha aplicación. Mirad:
¡No te lo vas a creer!
¡Vaaaaaaaaaaaamos! Has hecho 4539 Km compartiendo coche en 2019, ¡enhorabuena! Gracias a gente como tú, Marta, entre todos estamos cambiando el hábito en la forma de viajar: haciendo un uso más responsable del vehículo, compartiendo recursos y ahorrando en emisiones de CO2. ¡Gracias por aportar tu granito de arena!
Os la recomiendo al cien por cien. No solo por la cantidad de dinero que se ahorra sino porque llegas a conocer gente estupenda, personas interesantes y solícitas que, a menudo, sin estar su destino exactamente donde el tuyo, te dejan en la puerta, o que sin tener que pasar por tu casa, te recogen lo más cerca posible. He vivido muy gratas experiencias, incluso he hecho amigos. No negaré que buscar viaje terminó por convertirse en un plus de estrés porque algunas veces no daba con uno que me viniera bien hasta el día anterior a tener que viajar, pero con todo y con eso, os animo a que no descartéis esta opción si necesitáis desplazaros.
No, no suelo hacer balance, pero si no queda más remedio… Fue un buen año, la amiga que perdí querría que fuera así.