Parece que la palabra publicar esconde algún tipo de magia que encandila a los que nos gusta escribir, no solo antes de ver alguna obra nuestra hecha libro sino incluso después, cuando uno o más de estos se han materializado ya. Es una especie de fuerza que nos absorbe, nos hace entrar en un extraño y magnético frenesí que termina por arrastrarnos.
¿Quién no desea ver publicado el fruto de su esfuerzo literario, sea del tipo que sea?
Claro que, una vez estamos dentro de la maquinaria, no todo es tan liviano y maravilloso. El proceso es arduo y, a menudo, tedioso. Imaginaos, al menos en mi caso, tras haber leído y releído innumerables veces la obra, durante y después de su creación antes de entregarla a una editorial, y luego, tener que volver a releerla en las galeradas, es decir, las correcciones del manuscrito.
Imaginaos, también en mi caso, que la primera ronda te la envían en un formato que no da ningún problema, pero la segunda y las siguientes, va en un PDF que se puede leer sin dificultad, pero que se desdibuja a saber por qué y a menudo presenta palabras juntas, líneas entrecruzadas, numeración inexacta de líneas, y algunas lindezas más debido, supongo, a la siempre presente, aunque sea ligera, incompatibilidad del lector de pantalla con este tipo de programas.
Imaginaos la minuciosidad de listar en una tabla todo lo que a ti te parece que es incorrecto, que se ve mal, para que luego te digan que no, que debe ser problema de tu lector, que el formato se ve bien y, sin embargo, tener siempre la incertidumbre de si realmente dejarás algún error por señalar pensando que es otro espejismo.
Horas y horas de relectura, de anotaciones. ¡Sabéis qué ocurre? Que llega un momento en que tu obra te harta, te aburre y llegas a pensar que no la soportas.
Pienso, no quiero ni imaginar cuando me la envíen maquetada, si tengo que volver a pasar por todo esto. Y veremos qué pasa a la hora de aceptar la portada que diseñen.
En fin, que antes de tener el libro en las manos, hay que trabajar a fondo, remar como en galeras y sudar la tinta gorda.
Pero os digo algo. Cuando llega ese momento, cuando coges el primer ejemplar, lo hueles, lo acaricias, cuando comprendes que por fin lo tienes contigo, que podrá llegar a tus lectores, todo lo anterior se olvida. Sí, es como un parto.
Y pronto, en un par de meses, quizás, tendré la satisfacción de presentaros…
Si estáis atentos a Twitter, es posible que en poco tiempo os revele el título.