Andrés se dio de baja del boletín de novedades, harto de recibirlo a diario y no echar ni siquiera un vistazo al contenido. Pero, los correos seguían llegando puntuales todos los días a las ocho de la mañana. Vamos, incluso podía utilizarlos como alarma para despertarse.
Detestaba aquella presencia impuesta en su ordenador. Pese a la advertencia de que el sistema tardaría unos días en cursar la cancelación, le pareció excesivo que los correos continuaran invadiendo la bandeja de entrada un mes después. Sin embargo, cuando María cortó la relación que los había unido durante tres años, acabó por agradecerlos. Aquellos mensajes, junto con el murmullo de su vino preferido al escanciarlo, eran lo único que producía un tintineo en su soledad desangelada.
Por fin un lunes el boletín no llegó, y Andrés pudo llorar mientras sorbía despacio de su copa las gotas de la última botella que le quedaba en la casa.
Me adhiero a los mensajes almacenados en bodegas de uvas fermentadas con forma de ordenador transparente … y que nunca llegaron a beberse
Me adhiero a los mensajes almacenados en bodegas de uvas fermentadas con forma de ordenador transparente … y que nunca llegaron a beberse