Dame una señal

Si estás en alguna parte, dame una señal. Tú sabes hacerlo. No hay vigías que puedan contra la inteligencia. Solo una señal, algo que nadie más pueda descifrar, algo que solo tú y yo conozcamos.

No pregunto, no busco. Un día prometí que apartaría de mí el cáliz de la preocupación. ¿Cuándo caducan las promesas? Cuando el tiempo se alarga y la ignorancia se torna profunda como un pozo.

He aprendido una cotidianeidad sin ti, como a menudo se aprende un libro de texto, de memoria, lo justo para aprobar, sin entender. Sin embargo, no hay día que busque los buenos días o añore las buenas noches. He aprendido a que no estés, a no explicarte, a no reír contigo o de ti.

Lo peor de las ausencias es no saber. Si te vas porque quieres, ten la dignidad de decirlo. Si te llevan, aunque no quieras, dame una señal. Si ya no estás, deja que pregunte y no me lo tengas en cuenta.

Sin un adiós, la espera, por mucho que termine suavizándose, se convierte en una espera eterna. Si estás en alguna parte, dame una señal. Si no estás… ojalá te sientes al lado de aquellos a los que más amaste.

El olvido es huidizo, pero temo que pronto tendrá que llegar el día en que necesite rozarlo con la punta de los recuerdos para curarme de ti.

Autor: Marta Estrada Galán
Dicen que algunos niños nacen con un pan bajo el brazo. Yo asomé al mundo con un libro y un cuaderno, solo que no me enteré hasta que a los once años comencé a devorar novelas y a escribir historias como si no hubiera un ayer en que también podría haberlo hecho. Luego llegó eso que llamamos vida, donde entre lectura y lectura, me convertí en lo que soy: escritora, aficionada a los paseos, a mantenerme en forma, al canto y al radioteatro, integrante de un coro y madre a tiempo total. Convivo con mis dos hijos, mi gata Nara y mis amigos que, aunque en la distancia, siempre están a mi lado.

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