Desde que se gestó la idea para la novela hasta que por fin hallé el camino para desarrollarla pasó un año y medio. No sé otros escritores, pero desde luego a mí no me chorrean las tramas, me cuesta estructurarlas, verlas en mi cabeza, ordenarlas, saber dónde empiezan y dónde han de ir a desembocar. Intento hacer esquemas, fichas de personajes, procuro planificar las escenas, su contenido y cronología. De verdad que lo intento, y siempre fracaso. Soy una calamidad en ese sentido. Tengo el ordenador lleno de carpetas para cada proyecto de novela, y hasta parece que cumplo con mis propias expectativas. Sin embargo, al final todo este trabajo no deja de ser algo muy orientativo, una especie de desbrozacaminos que no llega a cuajar del todo, no hasta que algo en mi mente hace clic, y solo entonces lo veo todo claro.
Es cierto que para que una obra cuaje hay que tener muy presente lo que se quiere contar, cómo se quiere contar y dónde se quiere ir a parar. Cuál es la idea principal, quiénes los personajes y a dónde deseamos que se encamine su historia. A menudo he comenzado novelas basándome en una chispa, pero sin ver el final, y me he quedado al principio o a la mitad del camino. Lo mismo me ocurrió con Yo te cuidaré. Cambié de trama y de personajes, de entorno y de contenidos al menos tres veces hasta llegar a la versión definitiva. He de reconocer que es frustrante, pero no deja de ser un entrenamiento, un ejercicio de calentamiento que, con un poco de suerte y mucho esfuerzo, termina por convertirse en una auténtica carrera hacia la meta.
Javier Almazán al principio era una mujer ciega, los antagonistas no estaban determinados, su pareja de argumento era Guillem, un tipo extraño con una historia secreta. Después Guillem pasó a ser el protagonista, su pareja en el argumento sería Naira, una tinerfeña en peligro… Todo empezaba en un centro de rehabilitación primero, en una calle con un muerto en el suelo después… Como veis, un caos de situaciones, personajes cambiantes e historias indefinidas. Todo este proceso tan desordenado y poco profesional es mi modo habitual de trabajar. Desparramo las ideas, las imágenes, los personajes, la documentación, los contactos que pueden aportarme información, todo a mi alrededor como una habitación infantil patas arriba. Es como si necesitara experimentar mucho antes de quedarme con lo que realmente quiero contar y con los personajes con los que quiero compartir unos meses.
De repente un día una mano mágica pulsa el interruptor que lo desencadena todo. Las ideas, las imágenes y los personajes se activan y ellos solitos van ocupando posiciones. ¡Oh, momento indescriptible! Entonces sí tomo algunos apuntes, perfilo los personajes, intento conocerlos, dotarles de profundidad, ubicarlos. Eso no quita que después cambien porque se comportan como no esperaba en un principio, o no termino de verlos como los había imaginado, y tampoco es óbice para que no aparezcan otros con los que no contaba, como ocurrió en Yo te cuidaré con Eduardo, por ejemplo. Sea como sea, acabo por hacerlos míos, los reconozco en mi mente, oigo sus voces y veo sus gestos.
Lo mismo ocurre con las escenas. Dentro de mi cabeza hay una evolución, una progresión, una continuidad que procuro respetar, pero a menudo se intercalan situaciones con las que no contaba y he de rehacerlo todo. Sé que cualquier escritor que lea esto pensará que soy un desastre. Es posible que así sea. No obstante, al final consigo lo que me propongo, y en este caso, no en demasiado tiempo, puesto que empecé a escribir Yo te cuidaré en mayo de 2014 y terminé en febrero de 2015.
Mi forma de trabajar es lenta, en realidad. No paso a otra escena si la actual no me satisface por completo. Reviso y corrijo, no hasta la saciedad, pero poco me falta. Por ello creo que puedo envanecerme un poquito de entregar originales lo más pulidos que me sea posible. Mimo mucho mis textos, nacen de mi interior y no me parece justo que alguien que no los ha vivido como yo tenga que corregirlos. Por supuesto admito cualquier sugerencia de editores, acepto corrección de errores, faltaría más, pero siempre partiendo de la base de un trabajo lo más pulcro posible. Dicen que no se trabaja así, que hay que escribir sin parar, todo seguido hasta el final y después meterse a revisar y corregir. Bueno, cada maestrillo tiene su librillo, o cada escritorcillo su truquillo.
Y por último el título. Mi enemigo más acérrimo. Un refugio para Clara no se titulaba así, fueron los de la editorial quienes se lo cambiaron, pero el original, que ya no diré porque me da vergüenza, me costó más tiempo que la propia novela, en proporción. Sin embargo, Yo te cuidaré surgió solo. Se trata de un leitmotiv en la novela, además… esas palabras no son lo que aparentan, ni muchísimo menos…
Deseando leerla 🙂
Deseando leerla 🙂
Deseando conocer tu opinión… 🙂
Yo tampoco escribo todo seguido y sin parar, Marta. Incluso cuando consigo cuadrar todas las tramas y cada escena parece estar en mi cabeza, no lo está realmente, por lo que reviso cada una después de escribirla y me pregunto, antes de empezar la siguiente, cómo me gustaría que continuara la historia si yo fuera la lectora. Y no siempre coincide con lo he previsto en mi «mapa». Entonces lo reoriento para poder seguir escribiendo. Cada uno tiene su proceso de escritura y creo que todos son válidos si el resultado es bueno. Felicidades por abrir tu blog (yo aún no me he atrevido) y por tu novela. Espero que te dé muchas alegrías. Un abrazo!
Yo tampoco escribo todo seguido y sin parar, Marta. Incluso cuando consigo cuadrar todas las tramas y cada escena parece estar en mi cabeza, no lo está realmente, por lo que reviso cada una después de escribirla y me pregunto, antes de empezar la siguiente, cómo me gustaría que continuara la historia si yo fuera la lectora. Y no siempre coincide con lo he previsto en mi «mapa». Entonces lo reoriento para poder seguir escribiendo. Cada uno tiene su proceso de escritura y creo que todos son válidos si el resultado es bueno. Felicidades por abrir tu blog (yo aún no me he atrevido) y por tu novela. Espero que te dé muchas alegrías. Un abrazo!
Nuria, muchas gracias por compartir conmigo tu modo de trabajar. Me encanta saber que hay escritores que tratan sus tramas y personajes más o menos como yo. A menudo los métodos para aprender a escribir (y no digo que no sean interesantes) son demasiado cuadriculados para mi gusto, encasillan mucho, y yo me ahogo.
También te deseo muchísima suerte y alegrías con tus novelas. Y anímate con un blog!
Un abrazo.