Sal de vainilla… y un ingrediente más

Hoy había pensado colgar un pequeño desahogo escrito que me salió del alma hace años, cuando mi hijo era bebé, para cerrar de algún modo el tema niños. Pero lo guardaré un día o dos en el baúl. Los acontecimientos mandan, aunque no sean ni grandes ni espectaculares.

 

Ayer me invitaron a una charla literaria con Ada Parellada como autora. En realidad, tal como dice ella, es una cocinera que ha escrito una novela, no una escritora. Una mujer alegre, vital, de risa franca y sin pelos en la lengua. No le asusta hablar, comunica bien y conecta con su público. Primero hablaré del libro, y más abajo… de mi reflexión personal.

 

Sal de vainilla es el título, un libro que a medida que lo leía, no sabía si comerlo o continuar leyendo. Se trata de una historia entre fogones, la lucha sin tregua de dos personas que han renunciado a lo que pueda darles la vida después de recibir incontables golpes a lo largo de los años. Dos seres desesperados por encontrar el ingrediente que les permita seguir adelante. Dos personalidades antagónicas que poco a poco se reconocerán y casi sin quererlo, ligarán sus realidades como los elementos de una salsa cuando emulsionan. A su alrededor desfilan personajes que encarnan la bondad, la maldad, la envidia, la lealtad, la amistad.

 

Es un libro lleno de contrastes, luces y sombras, mezcla de razas aglutinadas alrededor de los protagonistas. Una historia plagada de olores y sabores. Dulce, amargo, salado, picante. Los colores saltan en las páginas al ritmo del crepitar de los productos cocinándose. Dan ganas de comérselas cuando aparecen las recetas entremezcladas en la trama. Los amantes de la cocina y la lectura encontrarán en la novela un interesante plato a degustar: podrán leer y cocinar a un tiempo, además de ilustrarse sobre la procedencia de alimentos que por familiares, ni siquiera nos preguntamos de dónde surgieron.

 

La otra cara de la moneda, y que ya no guarda ninguna relación con Ada ni con su libro, tiene que ver con los comportamientos de ciertas personas. Muchos me entenderéis sin necesidad de especificar más. Para el resto de quienes me leéis, se trata de un apunte que puede extrapolarse a cualquier situación. Me pregunto por qué hay individuos que acuden a todos los actos habidos y por haber sin tener un mínimo de interés por lo que en ellos se desarrolla. En este caso, ya no digo que no hayan leído el libro en cuestión, eso no tendría mayor importancia si existe un gusto y un placer por la literatura. Supongo que son personas que se sienten solas y necesitan acogerse al calor de un grupo donde poder manifestarse de algún modo. Yo no presumo de tener un abanico de actividades en las que participe plenamente día sí, día no, ni mucho menos. La vida sirve rutina a espuertas, y hay que pasar por ella sin rechistar, o rechistando, según nos levantemos por las mañanas. Pero ¿cómo ha de ser una existencia sin alicientes? ¿O realmente esas personas hacen de este entrar y salir de diversos acontecimientos el motor de sus días? Es posible que no alcance a comprenderlo, y sin ánimo de criticar, sí es una cuestión que me ronda siempre después de presenciar determinados comportamientos. ¿Llamar la atención? ¿O no son ni siquiera conscientes de ello?

 

Alguien decía que sentía vergüenza ajena. Pienso que quizá no hay para tanto, aunque dé un poco de grima. En estos casos, aunque cueste, hay que intentar ponerse en el lugar de esas personas que seguramente se sienten perdidas en un entorno que les debe de resultar hostil. A veces el ejercicio de comprensión y empatía se nos escapa, y no me lavo las manos. He caído en la crítica demasiado a menudo, más de lo que me gustaría reconocer. El problema, en ocasiones, es que si alguien hace el ridículo en grupo o se pone en evidencia, surge el peligro de que los demás generalicen. Ya sabemos eso de que generalizar es malo.

 

Así que después de la experiencia, toca pensar en que no todos hemos tenido la misma suerte al poder desarrollarnos de una forma determinada y no de otra menos deseable, sea por las circunstancias que sea. Quizá el hecho de que estas personas acudan ya es un logro en sí para ellas, un esfuerzo que los demás no somos capaces de medir, pero en todo caso, que no tenemos ningún derecho a menospreciar

Autor: Marta Estrada Galán
Dicen que algunos niños nacen con un pan bajo el brazo. Yo asomé al mundo con un libro y un cuaderno, solo que no me enteré hasta que a los once años comencé a devorar novelas y a escribir historias como si no hubiera un ayer en que también podría haberlo hecho. Luego llegó eso que llamamos vida, donde entre lectura y lectura, me convertí en lo que soy: escritora, aficionada a los paseos, a mantenerme en forma, al canto y al radioteatro, integrante de un coro y madre a tiempo total. Convivo con mis dos hijos, mi gata Nara y mis amigos que, aunque en la distancia, siempre están a mi lado.

Los lectores piensan

  1. Tu si que escrius bé! Gràcies a Sal de Vainilla he conegut el teu bloc i m'he distret passant de post en post, meravellant-me del teu estil.
    I això que dius que hi ha persones que van a passar la tarda als actes públics, doncs potser sí que és veritat, però tal i com dius, no és fàcil tenir una vida sense al·licients.

    Salut,
    Ada Parellada

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