Cambio… ¿climático?

Sentado en su reducto, el jefe echa humo por las orejas, nada extraño, pero hoy es de una calidad espesa y más oscura de lo habitual. El subordinado de la estación meteorológica permanece de pie ante la mesa, nervioso, temiendo recibir un castigo por ser portador de noticias perniciosas. Junto con sus asesores, lleva semanas estudiando el fenómeno y posponiendo la entrevista, pero la demora es inútil, además de perjudicial para planes de acción inmediata que puedan reducir los daños.

El jerarca se levanta, intimidante. Es bastante más alto que su subordinado, contando las extensiones que nacen de su cabeza.

—¿Tienes intención de hablar o vas a permanecer en silencio hasta que te carbonice?

—Señor, no me disculpes.

—Dime de una mala vez. ¿Por qué está lloviendo tanto?

El subordinado se dispone a presentar su informe.

—Hay zonas de la Tierra que se están desertizando a marchas forzadas. A medida que dicho fenómeno se extiende, y según los partes de cada uno de los observatorios, las precipitaciones aumentan proporcionalmente en toda nuestra área de influencia. La sequía de arriba nos afecta de forma irremisible, señor, y no damos con ningún método capaz de minimizar sus efectos de manera definitiva. Los almacenes de combustible están a reventar, con lo que ello supone en cuanto a sublevaciones, tumultos y escenas de pánico. Esta adversidad nos obliga a dedicar recursos a la custodia, restándolos del trabajo activo en las calderas.

—¿Me estás diciendo que nuestro medio ambiente peligra?

—El medio ambiente quizá no, señor, al menos en unas decenas de años, pero la capacidad de absorber a tanto humano como nos llega menguará a un ritmo preocupante.

—Y qué consideras que deberemos hacer con ese sobrante, si tú y tu equipo de incompetentes no dais con una solución.

—Señor, si me permites la aclaración, he mencionado que está costando acertar con una medida definitiva, por ahora.

—¿Y la temporal sería?

—Manipulando un poco aquí y allá, tenemos posibilidad de recortar el proceso vital de los especímenes con buenos sentimientos para que los retiren antes y se los lleven adonde sea que reúnan a esa escoria inútil, y aumentar el de los de instintos malvados y detestables. Así, estos últimos contarán con más espacio y más tiempo para seguir desarrollando sus instintos. Hecho esto, podremos seguir manteniendo un equilibrio entre el combustible para nuestras hogueras y la extinción de las mismas por causa de las lluvias. Este parche nos dará margen para encontrar mejores soluciones, señor.

—Es decir, recibiremos solo el material necesario para alimentar los fuegos que se mantengan activos.

—Así es, señor, dices bien. De esta forma no acumularemos porquería que degrade y desestabilice el entorno sin opciones de quemarla a corto plazo.

—¿Y los niveles de sufrimiento se verán afectados? No estoy dispuesto a renunciar al placer de acariciar mis orejas con sus lamentos.

—No, en absoluto.

—Me gusta la idea de alargar la existencia del género malévolo en pro de la desaparición de su contrario, pero exijo que sea una medida temporal, a lo sumo cincuenta años. Seríamos el hazmerreír de la casta maligna si cometemos los mismos errores que los seres de la Tierra y permitimos que los infiernos se conviertan en praderas verdes y lagos así como ellos permiten que sus campos se conviertan en eriales y sus lagos se sequen. Entretanto encontráis el remedio, pondrás a tus secuaces a cuidar de las hogueras más amenazadas, inventad lo que haga falta para canalizar el agua, para proteger los fuegos.

—Si, señor, se hará como tú digas.

El jerarca sacude los cuernos y extiende un dedo con ademán perentorio.

—Convoca una cumbre para dentro de siete noches. Hay algo en todo este asunto que me huele a chamusquina.

—Señor, con toda mi falta de respeto…

—No te atrevas a decir que eso es normal en mi dominio. Quiero desentrañar los motivos mirando a los ojos de los otros seis dirigentes. Quiero saber si en sus dominios llueve tanto como en el mío,  y si alguno de ellos propicia estos aguaceros incumpliendo los protocolos que establecimos hace cinco años para preservar los fuegos. Quiero asegurarme de que los fenómenos son producto del cambio climático y no de un asunto… cismático.

Autor: Marta Estrada Galán
Dicen que algunos niños nacen con un pan bajo el brazo. Yo asomé al mundo con un libro y un cuaderno, solo que no me enteré hasta que a los once años comencé a devorar novelas y a escribir historias como si no hubiera un ayer en que también podría haberlo hecho. Luego llegó eso que llamamos vida, donde entre lectura y lectura, me convertí en lo que soy: escritora, aficionada a los paseos, a mantenerme en forma, al canto y al radioteatro, integrante de un coro y madre a tiempo total. Convivo con mis dos hijos, mi gata Nara y mis amigos que, aunque en la distancia, siempre están a mi lado.

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