La vocación se construye (entrevista)

Presentación

Quima tiene unos pocos años más que yo. Amiga, mi lectora de libros por fragmentos vía WathsApp, mujer excepcional con una gran sensibilidad y empatía. Es mi suministradora oficial de postales sonoras, grabadas siempre que algo llama su atención y que quizá comparta con vosotros como píldoras de este blog. Creo que sus respuestas nos dejan varios trampolines para la reflexión y destaco, sobre todo, la última frase de esta entrevista. Si tenéis alguna pregunta para Qquima, me la podéis hacer llegar al correo o dejarla en forma de comentario.

Antes de nada, me gustaría que te presentaras en unas pocas frases.

Hola, me llamo Quima. Soy enfermera, madre de dos hijos, uno de ellos autista. Vivo a conciencia mis días y momentos. Me preocupa el bienestar de la gente que me rodea y siempre he tendido al activismo social para intentar arreglar algún problema. Últimamente me siento alarmada por la evolución de nuestro planeta y lo mal que lo cuidamos. Soy razonablemente feliz.

¿Cómo y cuándo surgió tu vocación como enfermera?

La vocación de cuidar personas enfermas no la tenía de serie, la he ido construyendo poco a poco a lo largo de mi vida, aun ahora que estoy en el tramo final de mi vida laboral  la construyo. Empecé mi trabajo hospitalario con 17 años, muy claro no lo tenía, incluso tenía miedo de no aguantar la tensión que mi trabajo podía significar.

¿Qué fue lo que impulsó a una chica de 17 años a incorporarse al mundo hospitalario? ¿Y qué es lo que hacías en ese entorno siendo tan joven?

A todas las chicas que acabábamos el bachillerato nos orientaban hacia Magisterio y Enfermería. Descarté Magisterio, si puedo añadir una opinión creo que decidió el machismo imperante. En el hospital rápidamente tuve responsabilidades muy altas dentro de la UCI, Unidad de Cuidados Intensivos. Siempre he padecido dentro de mis áreas de trabajo, por mi implicación y la responsabilidad exigidas.

Es decir, apenas preparada, trabajabas ya en una unidad tan compleja. ¿Crees que esa implicación y responsabilidad cambiaron tu forma de ser?

Tiempo atrás las cosas funcionaban en otro nivel. Dado que había empezado a estudiar Enfermería, efectivamente mi trabajo era ya de enfermera. Esto no define al centro como negligente, era otra manera de funcionar. Seguramente mis experiencias en esta época me han marcado como persona, empecé muy joven a relacionarme con situaciones vitales muy complejas.

¿Percibías alguna diferencia entre tu día a día y el de otras chicas de tu edad? Si es que sí, ¿qué sentimientos tenías al respecto?

La primera diferencia era la dificultad para salir de fiesta, a cenar con amigos, el horario hospitalario es muy esclavo. También recuerdo que cuando mis amigos hablaban de la muerte o de situaciones duras de enfermedad,  me era muy fácil plantear preguntas y profundizar con sólo recordar lo que vivía y veía en mi lugar de trabajo.

¿En algún momento, al inicio de tu trayectoria como enfermera, tuviste la tentación de abandonar?

Si, me presenté a una oferta de trabajo sobre temas de informática, me dieron la plaza. Pasé una noche sin dormir y al final rechacé la oferta. Más adelante me ofrecieron trabajo en un centro de atención primaria y tuve miedo de cambiar. En alguna ocasión me he sentido atrapada en mi trabajo pero no he sabido salir.

¿Te has contestado alguna vez a la pregunta de por qué no has sabido salir?

Sí, porque he valorado mi estabilidad económica  y contractual. Vengo de una época donde un trabajo indefinido no se abandonaba casi nunca. La palabra fundamental es miedo. También por falta de autoestima y confianza, no me creía capaz de asumir cambios. Insisto también en que las mujeres no teníamos grandes apoyos, las opiniones generales si preguntaba eran siempre conservadoras.

Hasta ahora, y corrígeme si me equivoco, percibo que no te sentías realizada en tu trabajo. ¿Era simplemente un quehacer con tareas aprendidas con gran responsabilidad que proporcionaba un sueldo?

Sentirse realizada en una profesión con alta responsabilidad, donde es muy difícil que sea escuchada tu voz, con mucha gente para obedecer y un control exhaustivo es complicado. Pero una profesión que trata con seres humanos en momentos duros a mí me ha humanizado y desde luego no ha sido exclusivamente un hueco de donde sacar un sueldo.

Comentas que tu vocación se fue construyendo poco a poco. ¡Hubo algún punto de inflexión en tu carrera que la alimentase especialmente?

La verdad es que mi trabajo en la UCI me atrapó. Era trepidante, dábamos la complejidad máxima de cuidados, hacíamos diversas y novedosas técnicas. Aquel punto de mi crecimiento profesional llegó a gustarme mucho a pesar de la dureza que tenía asociada. Mi carrera profesional era una línea recta que crecía y se consolidaba lenta y segura. Ningún hecho concreto.

Vamos a movernos un poco en el tiempo. Te casaste y tuviste hijos. ¿Afectó en algo a tu trabajo el hecho de ser madre?

Totalmente, el papel fundamental de sus cuidados fue mío. He de reconocer que el Hospital siempre favoreció las demandas de conciliación que hice. Mi segundo hijo es autista y para equilibrar situaciones difíciles tuve que pedir reducción de jornada. También debo decir que he cumplido totalmente con mi programación laboral y que he hecho muchos esfuerzos para no pedir días ni siquiera los que por convenio me pertenecen. Nunca pensé trabajar en el turno de noche y acabé en este turno porque con esfuerzo personal concilias mejor.

Ser madre de un hijo autista conlleva una enorme implicación. ¿Tu trayectoria en el cuidado de pacientes te ha ayudado a sobrellevar el día a día? ¿Has sentido que te había servido como  entreno de alguna manera?

Quizá mi trabajo me ha entrenado para acompañar situaciones humanas complejas, pero fundamentalmente el aprendizaje sobre cómo cuidar a un hijo autista partió de cero. Sí que recuerdo que durante el primer año de la constatación del grave problema mi trabajo pasó a ser terapéutico. Eran unas horas donde estaba obligada a profundizar y pensar en mis pacientes. Esto me permitía relajar mi cerebro de unos pensamientos en bucle que me consumían.

Enfermera, madre de dos hijos, uno de ellos autista. ¿De dónde sacabas y sacas las fuerzas? Porque hay que tenerlas.

Siempre digo que si la fuente de agua la tienes a diez  metros caminas 10 y si la tienes a tres kilómetros  caminas tres mil. No he tenido nunca la opción a abandonar, para seguir hace falta equilibrio, fuerza y hábitos saludables, sobre todo mentales.

Has comentado que en tu trabajo desconectabas pero, ¿tienes aficiones que te ayuden a descomprimir las tensiones del día a día?

Me gustan la poesía y la música pero ni leo ni escucho tanto como querría. Actualmente cuidando a mi familia, mi hijo, trabajando en turno de noche y con algún activismo social no abandonado, ya paso mi tiempo diario suficientemente ajustado.

Cuéntame cómo viviste las peores olas de la pandemia de Covid19.

La primera ola de COVID se vivió en las trincheras de hospitales y residencias. La gran mayoría de personas no puede ni imaginar lo que aquello significó. Lo viví en primera línea, llegamos a tener todo el hospital lleno exclusivamente de enfermos COVID. Durante dos semanas teníamos todo el material necesario para favorecer la respiración ocupado, en uso con  algún enfermo. Si otros empeoraban llegamos a padecer por no disponer de nada más. Los enfermos estaban solos en situación muy crítica y los profesionales no llegábamos a todo lo que se necesitaba. Los turnos eran muy largos, algunas compañeras también estaban ingresadas, no teníamos suficiente material de aislamiento, según los protocolos de aislamiento del momento. Vimos, vivimos y padecimos situaciones terribles. Y dentro del hospital aún no hemos cerrado el problema.

¿Quieres decir con ello que sigue habiendo muchos ingresos por Covid o que sigue siendo flagrante la falta de material?

Quiero decir que en diferentes presentaciones, pero hemos vivido siete  olas consecutivas que han llegado a llenar de una a dos plantas de hospital.  Esto conlleva reorganización hospitalaria, refuerzo de plantillas, todo con una falta flagrante de enfermeras. Todo el personal continúa haciendo esfuerzos importantes para mantener el sistema.

¿Os sentís desamparados por el sistema?

Prefiero no generalizar, pienso que al sistema le es más fácil derivar presupuestos para defensa que para sanidad. Pienso que cuidar de las personas es aún un tema que se espera que algunas personas hagan de manera altruista o mal pagada.

Qué sentías ante los aplausos diarios de las ocho de la noche en los balcones?

Nunca los interpreté como un agradecimiento a los sanitarios, intuía perfectamente el carácter efímero de aquella acción. A nivel personal lo vi como una buena idea en el sentido de conectar con la vecindad en unos momentos donde la población estaba encerrada en sus casas, nada más.

Háblame de tus años en el área de maternidad. ¿Qué se siente en un lugar donde cada día se inauguran nuevas vidas?

Sentí sorpresa al ver que no sabemos disfrutar del nacimiento de un hijo, sobre todo los primeros son acompañados con muchos miedos, desconocimiento por falta de referentes. La lactancia causa preocupaciones reales y añadidas. Los padres están fundamentalmente asustados. Gran parte de mi trabajo consistía en desestresar. Una opinión es que se ha medicalizado demasiado este proceso, una mujer después de un parto eutócico sin complicaciones debería estar en su casa en seis  o siete horas y se pasan cuarentaiocho en el hospital. Por raro que parezca no es del todo un mundo feliz para muchos padres.

La idea general es que la medicalización del parto se da porque la mayoría de obstetras siempre fue de hombres y porque se busca la comodidad para los que atienden más que la de la madre. ¿Qué opinas?

La medicalización no viene sólo de ginecología, también de pediatría. Es cierto que la mortalidad de madres e hijos ha bajado exponencialmente gracias a protocolos médicos bien aplicados, pero la mirada de la salud es casi únicamente biomédica. Si preguntásemos en igualdad las condiciones a enfermería, también podríamos dar un gran avance a esta etapa de la vida.

¿Podrías explicar un poco más tu última afirmación?

La visión de la salud está observada desde el punto de vista médico, enfermería colabora en dar forma y organización a los cambios decididos. Son tantos los años de esta forma organizativa que las mismas enfermeras no son conscientes del papel seguidista que tenemos. La visión de enfermería se centra más en las necesidades emocionales del paciente, en el dolor, la soledad, la autonomía…dar respuesta a estos planteamientos requiere también cambios organizativos importantes. Avanzamos, pero demasiado lento.

No hace mucho, tu carrera dio un giro diría que de ciento ochenta grados. Pasaste de maternidad a paliativos. ¿Podrías explicar cuáles fueron los motivos?

Fue una situación meditada y multifactorial, mi equipo de trabajo se deshizo, la evolución de como se trata la lactancia y los protocolos del parto hacían mi trabajo más difícil para equilibrar los problemas prácticos del día a día. El resultado es que acumulaba estrés y en una situación atípica pedí cambio. Me ofrecieron paliativos y ha sido un regalo para mí. Es el primer lugar donde recibo más de lo que doy, muchas personas se vuelven sabias delante de situaciones  graves como las que allí viven/vivimos. Tengo ocasión de compartir y reflexionar en situaciones vitales muy complejas para pacientes y familiares.

Mi padre pasó los últimos días de su vida en paliativos y pude respirar la calidez humana a nuestro alrededor. ¿Es difícil encontrar el equilibrio entre lo que pacientes y familiares necesitan y el hecho de no invadir la privacidad de esos momentos?

Es muy difícil, todo es muy subjetivo. Dentro de cada familia hay opiniones diferentes respecto a cómo acompañar los momentos finales. El paciente también marca de manera absolutamente única cómo quiere vivir estos momentos. Ellos definen qué preguntas hacen y en cierta manera qué respuestas esperan. Acompañar sin imponer o avasallar, acompañar ofreciendo el máximo de que disponemos dentro de lo que se demanda no es fácil, cuando se consigue es altamente gratificante para todos.

Tiendes al activismo social. ¿Hacia dónde se dirigen tus intereses?

Me conmueven las personas que por la causa que sea quedan fuera del sistema y desasistidas. La discapacidad, la enfermedad mental, la pobreza están en las bases de lo que me impulsa a moverme. También me indignan, hasta promover alguna acción, las promesas políticas incumplidas.

¿Qué opinas del cariz que están tomando algunos movimientos reivindicativos?

Respecto a movimientos reivindicativos, si te refieres a personas que se asocian para pedir algún tema concreto, me parecen muy positivos. Si hablamos de partidos políticos soy más crítica. En general y para cualquier movimiento social hay una raya infranqueable, es cualquier manifestación de fascismo, ideologías que potencian el odio, la violencia y que son absolutamente excluyentes con la disidencia.

Yo tengo la sensación de que algunos de estos movimientos se están saliendo un poco de madre. Por ejemplo, el feminismo, el movimiento LGTBIQA+. ¿Qué te parece a ti?

Si observamos a nivel mundial cómo culturalmente  se trata a las mujeres me extraña que no estén aún más organizadas para luchar por su igualdad i seguridad. Matrimonios infantiles forzados, violencia sexual, prohibición de acceso a la educación, asesinatos por motivo de género. En las sociedades más avanzadas, no reconocimiento del trabajo de cuidado de las personas, desigualdad del trabajo doméstico, espacio público peligroso para las mujeres, maternidad que excluye de los trabajos, esfuerzo suplementario de las mujeres para cuidar de las personas mayores, discapacidad, etc. Las personas del grupo LGTBIQ+ son perseguidas hasta la muerte también en muchas culturas, padecen inseguridad en la vía pública, peores accesos a puestos de trabajo. Creo sinceramente que este activismo debería estar aún más organizado y presente. La sociedad se articula en la medida de que callemos y nos sometamos, pienso que debemos ser valientes en estas denuncias. Moriré sin entender por qué culturalmente a través de todas las religiones y estamentos de poder se organiza el subyugamiento de la mujer al hombre como sistema de funcionar.

Estoy totalmente de acuerdo contigo. Yo me refería, como un ejemplo, al extremo al que algunas mujeres llevan su feminismo, hasta criminalizar al género masculino  en general.

En todas las ideologías hay extremos, no comparto ningún tipo de odio. También creo que un movimiento que molesta tanto al sistema tiene en su descrédito un gran punto de mira con toda la potencia de la que disfruta en medios de comunicación, industria cinematográfica, etc.

Puesto que este es un blog enfocado a escribir vidas, a vivir historias y leerlas, ¿podrías contarnos de algún libro que te haya marcado especialmente?

Cuando era niña me hacía soñar la colección de Los Cinco, Los Cinco de vacaciones. Recuerdo que un día con mi madre decidimos leer un libro en voz alta, era Marco, de los Apeninos a los Andes, me hacía llorar y me parecía raro el mecanismo de que una lectura me llevara a tanta emoción. Posteriormente me agradó El Manuscrit del segon origen. Leí de joven con mucha atención Las Memories d’Adrià. Me forcé con la Metamorfosis de Kafka. Al final los libros que mejor me acompañan y de los cuales no me deshago nunca son los de poesía, me encantan las mujeres jóvenes haciendo poesía, sus intereses, sensibilidad y expresión, por ejemplo: Mireia Calafell, Raquel Casas, Sonia Moll.

¿Te gustaría añadir algo a todo cuanto hemos comentado?

Tengo la parte más extensa de mi vida ya construida, lo que queda me gustaría vivirlo como un paseo. Cuando estoy a solas tengo tendencia al desánimo, no veo la evolución de la humanidad muy en positivo. Me calma la naturaleza con su capacidad para resistir, me calman el cielo, algún paseo, alguna conversación, alguna persona. En conjunto, debo ser sincera, mi resumen es pesimista. De todas maneras no pierdo el entusiasmo y considero un acto de amabilidad con una misma no perderlo.

Autor: Marta Estrada Galán
Dicen que algunos niños nacen con un pan bajo el brazo. Yo asomé al mundo con un libro y un cuaderno, solo que no me enteré hasta que a los once años comencé a devorar novelas y a escribir historias como si no hubiera un ayer en que también podría haberlo hecho. Luego llegó eso que llamamos vida, donde entre lectura y lectura, me convertí en lo que soy: escritora, aficionada a los paseos, a mantenerme en forma, al canto y al radioteatro, integrante de un coro y madre a tiempo total. Convivo con mis dos hijos, mi gata Nara y mis amigos que, aunque en la distancia, siempre están a mi lado.

Los lectores piensan

  1. Marta, gràcies per presentar-nos a la Quima. Sovint les persones anònimes tenen molt a dir-nos. El que expliques interessa i emociona, almenys a mi. Em sembles una persona sensible i compromesa. Continua amb l’entusiasme, tot i que el pessimisme, de vegades, t’entristeixi!

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  2. Felicitacions per la teva entrevista a la Quima! Has sabut mostra com és . La Quima , sense pretendre-ho, ens dóna una lliçó d’humanitat que convida a la reflexió ,i que ens emociona.
    Moltes gràcies i endavant amb el teu blog.

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  3. És probable que el fet diferencial d’aquesta entrevista sigui l’espontanietat de ser amateur i els temps que ha proposat la Marta. És una entrevista feta com la cuina del xup-xup, lentament. Pot ser l’hem feta durar tres setmanes, una pregunta avui un altre passat demà. Es deu intuir en llegir-la aquest enlentiment tan bonic en temps de presses. Gràcies Marta! I gràcies lectores.

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