No, no voy a hablar de mis viajes, por lo menos los físicos. Hoy quiero compartir la experiencia sobre un libro. No digo lectura, no digo crítica, no digo reseña. Experiencia. Eso es lo que significó para mí El Guardián Invisible, de Dolores Redondo. Una experiencia sensorial, un canto a las emociones. Y por ello lo vinculo a mi anterior post, porque leerlo fue un viaje en toda regla, por un paisaje navarro y por una senda de sentimientos.
Es una novela negra, aunque creo que a su autora le gusta más decir que es de misterio. Pero no se trata de un thriller al uso. Sí, un asesino en serie, unos crímenes rituales, un trasfondo tan inquietante como sorprendente. La más cruda realidad entretejida con las antiguas creencias y las costumbres de un valle que han perdurado hasta la actualidad. Un lenguaje llano y directo, sin grandilocuencia, una flecha disparada con maestría a la diana de los rincones más ocultos de cada cual. Hasta aquí digamos, los componentes recreados por una trama que absorbe de principio a fin y mantiene una intriga que empuja a leer con voracidad.
Pero hay más. Cuando rememoro la lectura, puedo oler la profundidad del bosque, estremecerme con su misterio y sus claroscuros. Puedo sentir mis pies en la tierra húmeda y esponjosa, cubierta de una resbaladiza capa de hojas. La presencia de los árboles y los líquenes y el sonido del río rompiendo el silencio casi místico, profanado por la cacofonía de la muerte. No, no son descripciones pretenciosas, son vivencias, imágenes que se abren en la mente y se despliegan con toda su potencia.
Y no sólo ese bosque ancestral, donde ocurren cosas. El pueblo, sus calles, las plazas, los puentes, las casas señoriales que apenas contarían nada si no fuera por el viento y el frío que calan, que se instalan en las piedras de las fachadas y se arrastran por los soportales. La historia que acecha, el pasado que grita. El aroma de una familia que esconde horrores y dulzuras a partes iguales.
Porque los personajes, todos ellos sin excepción, incluso los que no se ven, los que se intuyen, los que ya no están, desfilan ante nosotros cargando un baúl rebosante de sentimientos y emociones, miedos y terrores, frustraciones y deseos, egoísmo y ternura, amor y odio. Otro paisaje anclado en la calidez de una chimenea, la densidad de la harina, la suavidad de una caricia en el pelo, el pánico en la oscuridad y la confianza en una mano. Voces y olores alrededor de hechos terribles y de otros que sólo algunos privilegiados pueden comprender y abarcar.
Es un libro para guardar en la memoria olfativa, gustativa y emocional, un regalo para el alma, tanto si crees en un silbido que te proteja como si no…