Una tarde de octubre
Es un poco difícil explicar esto porque si mi humano se entera…, aunque creo que lo sospecha. Resulta que me compraron unos peluches. Había uno que al principio no me gustaba mucho, un pato, por lo que ya os conté de los patos. Pero cuando mi humana conoció ese peluche y jugamos juntos, ya sí que me gustó. Algunos juguetes me los dan solo a la hora de jugar, así que el pato y la ardilla estaban encima de un sitio alto donde yo no podía alcanzarlos. Como el sitio es detrás de la puerta, a veces se caía alguno y aprovechaba para cogerlo y jugar.
El día que se cayó el pato, lo cogí con mucho cuidado. Sabía que si mis humanos se daban cuenta, porque estaban los dos allí, me lo quitarían porque no era el momento de jugar con él. Si no le mordía la barriga no haría cuac, y si no hacía cuac, no haría ruido. Entonces, en un rato que me quedé solo, fui a la cocina, al armario de debajo del aparato donde calientan las cosas y abrí la puerta tirando de un cordón de un zapato que salía por una esquinita y así era muy fácil abrir. Tenía que darme prisa, pero dentro del armario había una cesta donde mis humanos ponían la ropa que recogían de las cuerdas que cuelgan, y dentro de la cesta, otra cesta con unas pinzas para la ropa de las cuerdas que cuelgan. Pensé un poco porque con todo aquello allí el pato no cabía. Entonces dejé el pato en el suelo, cogí la cesta con la otra cesta y la dejé en el suelo. Por detrás todavía había una bolsa de las que hacen ruido, vacía. La saqué y también la dejé en el suelo. Recogí el pato, lo metí bien al fondo, metí la bolsa otra vez, la cesta con la cesta, y cerré el armario de un cabezazo.
Luego mis humanos buscaron por toda la casa y no encontraban el pato. Era un misterio para ellos, pero yo me quedaba muy calladito sin contarles el secreto. Mi humana decía que lo habría empujado debajo de la cama mientras limpiaba con ese aparato con ruedas que hace tanto ruido y lo chupa todo para dentro. Y yo calladito.
Después de que se fue mi humana, cada vez que mi humano salía a la calle, creo que para dejarme solo a ratos para ver si lloraba o algo así, yo corría a la cocina, al armario, volvía a sacar la cesta con la cesta, la bolsa y el pato. Jugaba muy feliz arriba y abajo mordiendo la barriga que hacía cuac y, cuando me parecía escuchar los pasos de mi humano que regresaba por la acera, me quedaba muy muy quieto para asegurarme de que era él. Entonces corría a la cocina y lo hacía todo rápido rápido pero al revés, para guardar el pato. Y volvía a toda prisa a mi cama.
Lo que pasa es que un día mi humano, al entrar a la casa, se puso delante de mí y me dijo con una voz así como de mentira…: «¿Dónde está el pato, señor Inuk?» Me quedé muy quieto, con las orejillas así para adelante, que eso siempre funciona, y con mi mejor cara de bueno, que es lo que soy, en realidad. Por eso digo que creo que lo sospecha. Me parece que tiene una amiga que se llama Alexa que le cuenta por el aparato de hablar lo que hago cuando me quedo solo… Tendré que hablar con esta humana extraña para que no revele mis cosas secretas.
Otro día os cuento mi aventura con el melonero.
Pues sí, sí que sé que has secuestrado al pato.
Y te parecerá bonito tenernos durante varias semanas buscando al pato por toda la casa.
Verás como un día de estos el pato te secuestre a ti, a ver qué vas a hacer.
El pobre pato tiene síndrome de Pattocolmo, así que veremos a ver quién le paga ahora el psicólogo.
Ay el día que me dé por contar todas las gamberradas que estás haciendo, te rompo esa imagen de perro bueno que tienes. Y mira que tengo para contar 😤
Guau…
¡Inuuuuuk!
¡Pero cómo eres tan malo!
Eres un perro secuestrador de aves de la familia de las Anátidas.
¿Sabías que en EEUU hay casos de perros que han ido a la cárcel por hacer menos de lo que tú has hecho?
Me han contado que te estás portando un poco mal… ¿Eso es verdad?
Guau… Yo solo quería poder jugar con el pato sin que me lo quitaran y cuando estuviera solito… ¿La cárcel es un chenil con rejas?
Creo que sí que me estoy portando un poco mal… Es que… Me parece que ya soy un adoglescente y noto todo muy raro, mi cabeza, mi cuerpo… A veces es como si una fuerza me empujara por dentro y tengo que hacer cosas que a los humanos no les gusta. Es que necesito forzar los límites y decirle a los demás que soy el más mejor del barrio…, pero de verdad que no soy malo, de verdad de verdad. ¿Me dejas darte un lametón’
Muy buena la historia Marta. A ver si ahora te vas a identificar con el perro… que es lo que estás intentando, creo yo.
Hola, Ramón. No es ninguna historia. Todo lo que Inuk cuenta ha ocurrido realmente. No tendría ningún sentido inventar este tipo de historias, cuando lo que se persigue es poder arrojar luz sobre algunos comportamientos.
Ojala fuera una historia 🤣
Aquí está Inuk haciendo de cada día una historia que contar. Demasiadas historias tiene para escribir 🤯
Precioso mío, ven a mi casa y te dejo esconder todos los patitos que quieras
😊
Tienes que jugar como hacen todos los perritos de tu edad.