Tres años desde la presentación de Dos horas para que sea mañana, el 3 de marzo de 2020, justo diez días antes de que nos confinaran. En ese período publiqué dos libros, Y vivo porque me toca y Mester de brujería, de los que solo el último contó con su puesta de largo en Portugalete.
Es decir, un paréntesis de treinta y seis meses para reencontrarme con mi querido público de proximidad. Público que me perdonará si confieso que siempre pienso que quizá ya se cansó de acudir a este tipo de evento, y que siempre me sorprende y emociona cuando, pasados unos minutillos de la hora de inicio, termina por llenar la sala. No puedo tener más que sinceras palabras de agradecimiento hacia esas personas dispuestas a acompañarme llueva o haga sol, con frío o en plena canícula.
Una vez más, pese a que el tiempo no pasa en vano y la locuacidad parece que a cada encuentro es menos locuaz, me senté ante un micrófono y muchas personas deseosas de escuchar lo que tuviera que decirles. Desde luego, no soy la más adecuada para vender mis propios libros, tampoco es lo que pretendo en estas ocasiones. Mis lectores saben cómo me desenvuelvo entre mis letras, cómo trato a mis personajes, cómo dibujo entornos y paisajes, y con toda modestia creo de verdad que no necesitan que intente meterles las historias por los oídos. Cuando me enfrento a una presentación, lo que busco son esos minutos de complicidad, de acercamiento, de poder mostrarme con más o menos acierto tal cual soy. Compartir un espacio donde cabe un poco de todo y un mucho de acogedora compañía.
En esta ocasión, aunque no tuve la suerte de contar con mi presentadora oficial de eventos, Thais Buforn, la fortuna me sonrió proporcionándome una suplente espontánea, Quima Albalate, que introdujo el acto como si llevara días practicando. También me acompañó mi ilustradora favorita de portadas, Marina Vivó, que explicó cómo suele enfrentar el trabajo cuando le pido algún dibujo para lo que sea que necesite en ese momento. Además, mi querida Elena Navarro participó leyéndonos el prólogo de la novela.
No sé si recordaréis que hace tiempo os comenté que Para que no escapen las sonrisas vendría con sorpresa. ¡Y qué mejor momento de desvelarla que en la presentación de la novela? Últimamente, muchos libros publicados se asocian a listas de reproducción de música donde se recopilan las canciones que los personajes escuchan en momentos determinados de la trama. Pues bien, yo no tengo lista de reproducción, pero sí tengo una canción escrita y grabada especialmente para el libro. Y fue allí, en la sala polivalente de la biblioteca Manuel de Pedrolo donde los integrantes del grupo Endurance, Pau y Adrián, nos recitaron cada uno su parte de la letra a capela y donde, acto seguido, estrenamos la canción que todos pudieron escuchar después de unos pocos problemas técnicos. Cosas del directo, o más concretamente, cosas de las tecnologías. La canción, titulada Descenso, se publicará en breve en su canal y puede que en un futuro forme parte de otros proyectos.
Aquí podéis escuchar la presentación prácticamente en su totalidad
Salvo el recitado y la canción en sí (que podéis escuchar a partir del minuto 22.50 aproximadamente), el acto fue en catalán.
Poco más puedo decir. Aquellos que hayáis leído el libro y escuchéis la canción, seguramente recordéis pedacitos de letra integrando el cuerpo de la novela. Los que lo leáis después de escucharla, podéis jugar a encontrarlos. Ah, y un pequeño concurso: quien adivine y me diga en privado quién es la voz que locuta al principio del tema, se lleva un ejemplar dedicado.
Pronto algunas fotos en la galería.
Gracias a todos por hacerlo posible una vez más.